miércoles, 19 de septiembre de 2012

A mi Maestra...

 

Brisas de reminiscencia
con un ademán fugaz
hicieron volver atrás
al libro de mi existencia.
Recuperó transparencia
el tiempo –turbio cristal-
que es lago a través del cual
su fondo un mundo me muestra:
mi niñez y la maestra
de mi escuelita rural.

Mundo de las ilusiones
cuyo recuerdo concilia;
éramos una familia
hecha a risas y canciones:
Ella, para sus pichones,
hermana, madre y abuela;
y nosotros –nívea estela
de blancos cuerpos inquietos-
hermanos, hijos y nietos
para el hogar de la Escuela.

Era blanco su cariño,
su paciencia dulce y única,
su alma, su pelo, su túnica
y su sonrisa de armiño;
y al volver a ser el niño
del cuaderno y la mochila,
la veo frente a la fila
con su semblante feliz
y un poco de cielo gris
impreso en cada pupila.

Maestra; luz de mi ayer:
en tu palma y a tu amparo
bebí el primer sorbo claro
de la fuente del Saber.
Volver, mil veces volver
a la infancia sueña el alma;
seguir bebiendo en la calma
de tu bondad, como ayer;
beber… mil veces beber
a tu amparo y en tu palma.

No creo que el Tiempo se asombre
ni tú, de verme cambiado
porque el Tiempo y tú han logrado
hacer de aquel niño un hombre;
mas, cuando digo tu nombre,
tu nombre al Tiempo ilumina
y cual rayo en la neblina
mi propia imagen asoma;
luce el cuerpo una paloma
y el pecho una golondrina.

Retorno al pequeño mundo
de inefable maravilla;
me llama tu campanilla
desde un silencio profundo;
y me encanta en un segundo
vivir toda mi niñez:
deletrear mi timidez,
escribir tu pizarrón,
volver, incluso, al rincón
en penitencia otra vez.

Recuerdas? Yo ansiaba ser
pintor de fina paleta;
mas, convertido en poeta
vuelvo escribiendo el ayer;
y al escribir, vuelvo a ver
temblando en mi lapicero
la gota azul del tintero con que,
soñando en mi banca, d
añé una página blanca
con aquel borrón primero.

Abel Soria
De “Cimarrón sin güelta”
Aporte del Maestro CAPDER Julio Ibarra
 

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